Comienzan los actos de asignación de plazas de los futuros residentes que se incorporarán a finales de mayo a todas las unidades docentes de España. Desde la srmfyc queremos tener un recuerdo para ellos en estos días de nervios e incertidumbre.
Para nosotros, nuestra especialidad es la más completa, pero probablemente no lo sabíamos con tanta certeza el día que fuimos a elegirla al Ministerio… estábamos más centrados en nuestro número, en la ciudad de destino…
Yo, personalmente creo que quise ser médico de familia antes incluso de saber que quería ser médico, en mi cabeza vivía el recuerdo del médico del pueblo de mis abuelos, era como alguien de la familia, vivía allí, hablaba con la gente por la calle, iba a verlos a sus casas…
Cuando elegí la carrera muchas personas de mi entorno parecieron quedar sorprendidas pero otros lo vieron claro, me veían atendiendo a las personas en su día a día y preocupándome por ellas no solo en lo puramente científico sino también en lo emocional y cotidiano.
Foto: Jose Miguel Marco
Durante los años de carrera, la sorprendida fui yo: clases magistrales sobre órganos y patologías, prácticas en los distintos servicios del hospital donde los pacientes eran etiquetados o por su patología o por la cama que ocupaban…nadie me habló allí nunca de cómo hablar con los pacientes, cómo preguntar… Recuerdo que el catedrático de cirugía nos contó que después de una exitosa operación importante fue la señora de limpieza la que acabó averiguando lo que realmente angustiaba a la paciente, probablemente porque era el personal hospitalario que mas rato había estado con ella durante todo el ingreso… aquella anécdota quedó grabada en mi mente: había algo más allá de lo biológico que influía en la salud de las personas…y empecé a buscar cursos sobre asertividad, empatía, habilidades en comunicación,…pero pronto me tuve que concentrar en preparar el MIR: aprender datos, obtener resultados, sacar un buen número… finalmente elegí MEDICINA DE FAMILIA Y COMUNITARIA, probablemente ahora los estudiantes rotan por los centros de salud o tienen algún profesor en la Universidad que es médico de familia y están más informados pero la verdad es que yo no sabía exactamente dónde me estaba metiendo.
Tuve mucha suerte porque una de mis primeras rotaciones fue en el centro de salud y mi tutor decidió que tenía que conocer el trabajo que allí hacían cada una de las personas que integraban el equipo: administrativos, enfermeras, trabajadora social, matrona y médicos. Aquella rotación me dejó fascinada, no vi grandes técnicas ni actuaciones estelares, vi una medicina individualizada, centrada en la persona, un trabajo en equipo, pude sentir la cercanía y la confianza de los pacientes. Y vi reflejado en aquello a la médico del pueblo que venía a ver a mi abuelo cuando enfermó, también venía alguna vez incluso después de que falleciese a ver a mi abuela, eran visitas cortas, en la cocina, pero ahora entiendo que lo que hacía no era sólo medicina como ciencia, porque en realidad no pudo evitar que enfermasen ni que muriesen, hizo algo más: acompañar, preparar y manejar el duelo…en definitiva: estar ahí.
Ser médico de familia es una forma diferente de entender la medicina, requiere unas cualidades especiales: vocación, ilusión, cercanía, confianza, manejo de la incertidumbre. Un alto nivel de compromiso CON LAS PERSONAS, no tanto con las enfermedades (aunque también debamos tratarlas y esto nos obligue a estar en continua formación) porque nuestros pacientes no se van “de alta”, vuelven con sus patologías previas y con nuevas, con circunstancias emocionales y sociales que las alteran y todos esos datos los tenemos que integrar para atenderlos como a un todo, somos ESPECIALISTAS EN PERSONAS y esto nos obliga a trabajar en equipo con el resto de personas que atienden a ese paciente, somos SU MÉDICO, el que tienen de referencia cuando les ocurre algo, aunque sea algo que ha ocurrido en el hospital vienen a que se lo expliquemos sin tecnicismos porque confían en nosotros también como técnicos.
Estamos “a pie de calle” lo que nos permite conocer las particularidades de la zona en la que viven nuestros pacientes, conocemos sus casas, cómo viven, hasta cómo huele su comida o su casa…lo que nos permite hacer promoción de la salud y plantear estrategias de salud comunitaria (esto mucho menos de lo que nos gustaría, por falta de tiempo, recursos,…) pero tenemos mucho campo en este sentido.
Si te gusta la medicina global, la cercanía de los pacientes, ser polivalente a la par que resolutivo, no lo dudes:
¡Elige medicina de familia y comunitaria!
Rosa María Soler Llorens
Vicepresidente
Sociedad Riojana de medicina de familia y comunitaria
Última actualización: 23/05/16